Este año, la decimoquinta edición del Día Mundial del Libro y del Derecho de Autor se celebra en el marco del Año Internacional de Acercamiento de las Culturas, 2010. El 23 de abril nos dará la oportunidad de precisar la función que se le asigna al libro en nuestro mundo en constante mutación. Los responsables políticos, los editores, los educadores y la sociedad civil en su conjunto deberán interrogarse de nuevo para determinar cuáles son los mejores medios de promover el libro, instrumento insustituible de conocimiento.
El libro facilita el conocimiento de los demás y de sus ideas y, por lo tanto, permite una mejor comprensión del universo. Además, ofrece la posibilidad de instruirse a cualquier edad, en especial durante la juventud.
Es imposible celebrar el día consagrado al libro sin pensar en los 759 millones de personas que no saben leer ni escribir, dos tercios de las cuales son mujeres. Ahora bien, la libertad de leer, instruirse, acceder a las culturas más remotas y a los resultados de la investigación científica es un derecho humano fundamental. Toda persona debería estar en condiciones de ejercerlo.
La libre circulación es también una condición indispensable para que todos puedan acceder al libro. Es evidente que la traducción desempeña una función considerable en la transmisión de los conocimientos que ofrece el libro. Pero además es preciso disponer de políticas editoriales innovadoras, que respondan a las necesidades y aspiraciones de todo ser humano.
Ante las nuevas formas que el libro asume, ante las transformaciones que experimentan su concepción y producción y el acceso a sus contenidos, resulta urgente recordar que no puede haber desarrollo del libro si no se respeta el derecho de autor. Este principio es aun más verídico ahora que la digitalización aumenta el riesgo de aprovechamiento ilícito del libro.
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